Tenía la esperanza de que fuera así, desee que se desarrollara así. Ése era mi plan A. Un plan estupendo.
En la vida real, no obstante, las cosas no suelen salir tan bien. Cuando en un momento de nuestras vidas, acuciados por la necesidad, deseamos que ocurra algo agradable, la mayoría de las veces el que llama a las puertas de nuestras casas es el cartero trayéndonos malas noticias. No puede decirse que eso ocurra siempre, pero sí sé, por experiencia, que nos trae más a menudo noticias tristes que alegres. Se lleva la mano a la gorra y pone cara de sentirlo mucho, pero eso no influye ni un ápice en el contenido del mensaje que nos entrega. Pese a todo, no es culpa suya. Nada se le puede reprochar. No podemos agarrarlo por la solapa y zarandearlo. El pobre cartero sólo cumple con el trabajo que le ha encomendado su jefa. Y su jefa no es otra que..., eso es, una vieja conocida: la realidad.
De ahí que necesitemos un plan B
comm
Hace 22 horas
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