Lo que más le angustiaba era el escenario siniestro en el que había de representar su farsa. Ella era incapaz de soportar la visión del dolor humano. No era valiente en presencia del sufrimiento ajeno. Con todo, a partir de ahora, tendría que moverse entre multitud de seres cuyas úlceras no estaban en la piel o en las entrañas, sino en la mente: individuos llagados en el espíritu, tarados del alma. De todas sus investigaciones ésta iba a ser la más ingrata, porque habría de hundir los brazos hasta los codos en heces vivas, en detritus de humanidad
Golden Shrike - 291
Hace 14 horas
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