- Donde termina el mapa del mundo, es donde empieza Tombuctú.
Por lo visto, para llegar allí había que atravesar a pie un inmenso reino de arena y calor, un territorio de eterna nada. Míster Bones tenía la impresión de que sería un viaje muy penoso y difícil,pero Willy le aseguró que no era así, que no se tardaba más que un abrir y cerrar de ojos en hacer todo el trayecto. Y cuando se llegaba, decía, una vez que se cruzan las fronteras de aquel refugio, ya no había que preocuparse de comer, ni de dormir por la noche ni de vaciar la vejiga. Se estaba en armonía con el universo, se era una partícula de antimateria alojada en el cerebro de Dios. Míster Bones no llegaba a imaginarse lo que se sería la vida en un sitio así, pero Willy hablaba de ello con tan vivo deseo,con tal dulce emoción resonando en su voz, que el perro acabo por abandonar sus dudas. Tom-buc-tú. Y ahora hasta el sonido de aquella palabra era suficiente para hacerle feliz. La directa combinación de vocales y consonantes rara vez dejaba de conmoverle en lo más profundo del alma, y siempre que aquellas tres silabas fluían musicalmente de labios de su amo, sentía en todo su ser una oleada de gozoso bienestar, como si la palabra sola fuese una promesa, la garantía de un futuro mejor
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