Mi primer mueble en propiedad fueron un par de sofás de
IKEA, monísimos, de un amarillo apagado superchic… de dos plazas cada uno…
porque el piso era pequeñito y no entraba un tres plazas, ni una chaise long ni
nada de eso… a mí me encantaban, eran muy suaves… al final el color era un poco
sacrificado y enseguida se veían las manchas, pero oye, nada que una mantita y
unos cojines multicolores no pudieran solventar.
Me encantan los colorines… me recuerdan a cuando era pequeña
y mi posesión más preciada era una caja de pinturas de alpino, de hecho,
siempre llevo alguna en el bolso, no suelo usarla pero cuando revuelvo en busca
del monedero o el mechero, si por casualidad me topo con ella recuerdo que
aunque el día sea gris mi vida está llena de colores y no puedo evitar sonreír…
(pierde la sonrisa) qué tontería, si yo siempre sonrío
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