Nada nos atormenta y nos atrae tanto como esta línea de fuego, invisible para las miradas exteriores pero bien visible desde el ojo del corazón, el que en definitiva determinará nuestra cobardía o nuestro temple, nuestra miseria o nuestra ventura. Traspasar esta línea es tan arriesgado como necesario porque, más allá de ella, lo nimio se hace decisivo y lo imprescindible, banal. El día en que reconocemos su trazado es una epifanía, puesto que, alternativamente, la línea de fuego nos quemará, nos matará y nos salvará
NO PASAR, PELIGRO DE MUERTE
La calavera me examina seria y luego sonriente y luego otra vez seria y luego de nuevo sonriente: me muestra los preceptos. No pasar, no tocar, no escuchar, no mirar, no hablar, no pensar, no oler, no desear, no soñar, no saborear, no avanzar, no retroceder, no imaginar, no creer, no amar. El último precepto es el más importante porque resume todos los demás.
NO AMAR, PELIGRO DE MUERTE
En especial no ames lo que está en tu interior, no sea que tengas fuerzas y arrestos para amar lo que te aguarda en el exterior. Cuidado con el amor propio, porque el cultivo del amor propio te puede convertir en un amante del mundo y esto es lo más peligroso. Claro que también es lo más incitante. La calavera, quizá conscientemente, me invita a seguir la dirección contraria a la que aconseja: pasa, toca, escucha, mira, habla, piensa, olfatea, sueña, desea, saborea, avanza, retrocede, imagina, crea ama. La calavera me ha clavado su mirada vacía y en un solo instante me ha enseñado la ley con mayor eficacia que la escuela, la familia o la religión. También me ha invitado a transgredir la ley.
NO TOCAR PELIGRO DE MUERTE