Nada, absolutamente nada, me impedía hacerlo. Repito que por eso es tan difícil tener paciencia con personas como yo. En mi fachada hay dos puertas. En una se lee claramente BUENA VIDA; en la otra, INFIERNO. Y no solo crucé la puerta oscura, sino que lo hice silbando, con toda la despreocupación del mundo, remangándome y con gran decisión. Me metí tranquilamente, como si fuera el mayor gilipollas del mundo, en el puto apocalipsis